25 de marzo de 2012

La mancha humana, de Philip Roth

La mancha humana es una construcción narrativa tan compleja, sutil y colmada de sensibilidad que difícilmente puede etiquetarse. Su temática abarcaría transversalmente, además de otras muchas, casi todas las cuestiones que hemos abordado hasta ahora en el blog. Lo relacionamos con la desinformación porque se asienta en tres grandes falsedades. El motivo que desencadena la trama no es más que una anécdota banal que ocurre en un aula universitaria y al que interpretaciones interesadas atribuyen una intención racista. Con el tiempo, el malentendido se convierte en una bola de nieve que va acumulando deseos no confesados, viejas rencillas y conflictos sin resolver de un sector del campus y que acaban convirtiendo al profesor Coleman Silk en repentino chivo expiatorio.

Avanzada ya la novela, se informa al lector de que a esta distorsión inicial se superpone una gran mentira previa y, por tanto, nada de lo que hemos leído hasta el momento es cierto del todo. Mientras tanto, el pequeño copo rodante se ha convertido en una mole capaz de avasallar carreras profesionales, sentimientos y hasta vidas.

Philip Roth va desentrañando todos los resquicios de la personalidad de Coleman. Su juventud, esfuerzos, triunfos y derrotas, sentimientos, inseguridades y hasta el menor detalle de su pasado. Descubrimos así que su ambición no siempre se centró en lo intelectual, que, desde la adolescencia, a su natural despierto le acompañaba una destreza y una fortaleza física poco corrientes. Asistimos a la vida cotidiana de aquellos primeros años, conocemos a cada miembro de la familia, se nos muestra cómo se disolvieron sus primeros amores y cómo encontró la estabilidad. Cada una de estas circunstancias – sobre todo el hecho de la paternidad –, tan comunes a primera vista, se hallan vinculadas dramáticamente con el gran secreto que Coleman guardará hasta el último momento.

Todo queda atado y bien atado, tanto en la trama como en el propio artefacto novelesco. De tal forma que la acción, con sus imprevisibles vericuetos, nos arrastra hasta el desenlace vertiginosamente. La voz del narrador omnisciente se convierte en paisaje, personas, sucesos. Pocas veces un lector se ha sentido tan inmerso en la trama, dejamos de leer para vivir con Coleman y el resto de personajes, inolvidables casi todos, a quienes conocemos a través de palabras y actos porque están hechos de carne, huesos y alma. Empezando por el circunspecto Coleman, tan fuerte y tan vulnerable a la vez, un Coleman capaz de renunciar a todo para no tener que privarse de nada. Pero en esas páginas respiran también Iris Silk, su dinámica esposa, la intrigante Delphine Roux – única que se aproxima a la caricatura, pues lo que Roth pretende es ponerla en ridículo –, la serena Ernestine, cuya providencial aparición aporta algo de paz al atormentado espíritu de Nathan Zuckerman. Este testigo ocasional presenció o le fue relatada una parte de los hechos, luego su fantasía ha completado las lagunas convirtiéndole así en omnisciente. Sin olvidar a la extraña pareja formada por Faunia (cuya compañía consigue transformar finalmente al inamovible Coleman) y Les Farley, un tándem que acabará dando la nueva y definitiva vuelta de tuerca.

Precisamente, la última de esas tres grandes mentiras sale adelante gracias a la astucia de un ser tan mezquino como Les Farley y a la tendencia de los charlatanes a simplificar para resolver lo inexplicable rápidamente. Con el tiempo los muertos se olvidan y, si en lugar de un accidente queda un asesino suelto, no hay motivo de escándalo siempre que la comunidad no corra ningún peligro.

Cualquier alteración de la verdad se produce para beneficiar ciertos intereses pero no se propaga si no encuentra el clima adecuado. Quizá nada de esto (la calumnia, la muerte de Iris, el enfado y la amargura de Coleman, su decisión de dimitir) hubiese ocurrido sin un caldo de cultivo ambiental como el que provocó el proceso a Bill Clinton por su aventura con Lewinsky, y que sumió al país entero en una ola de puritanismo.

Como telón de fondo, la literatura, ese territorio donde se han gestado los mitos que nos definen. Coleman enseña a sus alumnos que muchas de las grandes epopeyas tuvieron su origen en un hecho trivial, lo que constituye a la vez un guiño al lector y una reflexión sobre el rol del azar en los acontecimientos, del extraño mecanismo que encadena unos hechos con otros dando lugar a las más inesperadas consecuencias. Y, para que el conjunto sea aún más perfecto, contamos con una traducción que hace honor al original, tanto en fidelidad y exactitud como en estilo y corrección idiomática.

6 comentarios:

  1. La novela me encantó, como el resto de la trilogía de Nathan Zuckerman. En relación con el tema del que hablamos, el de la desinformación y la palabrería, creo que la novela es un buen ejemplo de las simplifaciones que impone la corrección política y de las consecuencias que esa zona gris de lo que no es mentira ni verdad tiene en la vida de las personas.

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  2. A mí también me gustó mucho la novela. Philip Roth plantea un tema muy interesante: el miedo a la exclusión es algo mucho más alienante que la propia exclusión. La novela está llena de personajes que renuncian a valores y deseos para evitar la reprobación social, renuncian a su identidad individual en aras de una identidad colectiva. Philip Roth nos convence durante gran parte de la novela de que esto es un acto sublime de libertad pero, a la vez, nos va mostrando con sutileza el laberinto lleno de trampas y sin salida en el que se van introduciendo los personajes. Al final vemos que lo que ha ocurrido es justamente lo contrario: los personajes han renunciado, en el caso del protagonista, de forma irreversible, a su libertad individual

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    1. Es curioso. Es cierto lo que dices de que renuncian a su identidad individual para adoptar una identidad colectiva pero, paradójicamente, esa renuncia es a la vez una forma de ejercer la libertad, de renunciar a la herencia impuesta y buscar un camino propio.

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  3. PHILIP ROTH ¡¡¡FLAMANTE GANADOR DEL PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2011. Semblanza de urgencia, aquí: http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/3274/Philip_Roth_Premio_Principe_de_Asturias_de_las_Artes

    Enhorabuena por ganar pero, sobre todo, por merecerlo tanto.

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  4. Leí la novela en inglés y no tengo acceso a la novela en español. Por las reseñas parece que el traductor tradujo "Spooks" como "negro humo". Podría alguien confirmar esto? Gracias.

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    1. Así es. Está traducido como "negro humo". La verdad es que no es fácil encontrar una palabra que signifique espectro o fantasma, como "spook" y que a la vez tenga connotaciones racistas. "Negro humo" no es una mala solución, aunque lo cierto es que suena raro y, desde luego, no parece nada racista. Pero por muchas vueltas que le doy, no se me ocurre nada mejor. ¿Alguien tiene alguna sugerencia?

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