30 de junio de 2014

Las reputaciones, de Juan Gabriel Vásquez

Juan Gabriel Vásquez nació en Bogotá (Colombia) en 1973. Es autor de varias novelas, entre ellas El ruido de las cosas al caer, merecedora del Premio Alfaguara en 2011.
Las reputaciones es una novela corta, un formato difícil en todos los sentidos. Demasiado larga para ser un cuento, demasiado breve para ser una novela, la novela corta tiene un aliento especial que juega con la riqueza de personajes, tramas y tiempos con que se construye una novela, pero mantiene el impulso único e intenso de un relato. Las reputaciones, sin embargo, falla por los dos lados. Con una trama única y personajes sin fuste, salvo en el caso del protagonista, y sin un hilo argumental electrizante, ni aprovecha los recursos novelísticos, ni mantiene ese estado de suspensión que un cuento eficaz aporta.

La historia empieza con brío y la primera escena en la que se nos presenta a Mallarino mientras se sienta para que un limpiabotas (un “embolador”) le embetune los zapatos, me parece magistral. “Él ya no venía casi nunca a la ciudad, y se había acostumbrado a mirar el mundo a través de las pantallas y las páginas, a dejar que la vida le llegara en lugar de perseguirla hasta sus escondites, como si hubiera comprendido que sus méritos se lo permitían y que ahora, después de tantos años, era la vida la que debía buscarlo a él”. Durante páginas vemos a un hombre hecho a sí mismo, acomodado ya en un entorno de respeto y prestigio, más nostálgico del pasado que ávido del futuro. Me gusta cómo el narrador se mete en la piel de Mallarino y me parece un acierto la elección de ese protagonista, un caricaturista sin piedad que con su lápiz tiene atenazada a la flor y nata del país. La ciudad, el pasado de Mallarino, sus divagaciones, todo se entremezcla con delicadeza y prosa ágil en esa primera escena, larga y densa, sencilla y seductora. Y, sin embargo, ya en esa primera escena se encuentra, sin que lo sospechemos aún, el primer escollo, porque Mallarino cree ver a un tal Rendón, otro caricaturista muerto hace 69 años, y esa visión hace esperar algún misterio en torno a ese hombre que, lamentablemente, no vuelve a aparecer nunca más en toda la novela sino como recuerdo del pasado. 

23 de junio de 2014

Tema: Los viajes

Nuestra próxima reunión girará en torno a los viajes, un tema estupendo para empezar a preparar las vacaciones.
Hubo un tiempo en que los viajes nacían de la necesidad. La gente se desplazaba por razones económicas, por supervivencia o por afán de conquista. Los viajes, además, se hacían a lomos de animales, o como mucho en barco. Y eran tan largos que para el que los hacía no eran tanto un viaje como una etapa más de su vida.
No fue hasta el siglo XIX cuando se empezó a viajar por motivos de ocio, cuando las familias de clase alta, especialmente de Inglaterra, Alemania o Francia, empezaron a desplazarse sin otro motivo que disfrutar del sol, del arte, o de los beneficios de los baños marinos o las aguas termales.
Y ya en el siglo XX, los viajes dejaron de ser privilegio de las élites y todos empezamos a viajar. En 1950 se registraron 50 millones de turistas internacionales, cifra que aumentó a los 278 millones en 1980, a 528 millones en 1995 y superó los mil millones en 2013.
La gente hoy viaja constantemente, por trabajo, para estudiar, para visitar a amigos y parientes, para descansar..., pero cuando hablamos del viaje por excelencia, ¿en qué pensamos?
Para hablar de todo ello, tenemos esta vez un libro de Ronaldo Menéndez, Rojo aceituna, y una propuesta abierta de cualquier otro libro de viajes.
Antes de salir rumbo a otro lugar este verano, os propongo preguntaros ¿qué me quiero traer de ese viaje?, ¿fotos, anécdotas, artículos de artesanía para decorar la casa, conocimientos, experiencias, confianza, libertad?
O yendo más lejos, ¿qué es realmente lo que me mueve a viajar? Citando a Ronaldo Menéndez, ¿es la luz lo que me atrae o la sombra la que me empuja?