13 de marzo de 2012

On bullshit (Sobre la manipulación de la verdad) y Sobre la verdad, de Harry G. Frankfurt

Comienzo aclarando que el formato de estos dos volúmenes es mucho menor de lo habitual. Ambos se pueden cubrir con la palma de la mano, la letra es bastante grande, se emplean márgenes amplísimos. Con ello se consigue que las páginas no lleguen a contener ni 100 palabras. Aún así, el texto del primero no ocupa más que unas 70 páginas y el del segundo unas 120. La consecuencia es que, si se llegasen a editar con las dimensiones habituales, el conjunto tendría más aspecto de folleto que de libro.

Esta vez, el grupo eligió dos lecturas que se preguntasen sobre la desinformación y, más en concreto, sobre las difusas fronteras de la verdad. Aunque no íbamos a comentar más que el primero, decidí leer la continuación por mi cuenta. No porque me hubiese parecido corto, todo lo contrario: quería saber si Frankfurt era capaz de remontar esta segunda vez. No me parecía demasiado difícil teniendo en cuenta el nivel en que había dejado el listón.


Tuve que poner mucho empeño para seguir leyendo más de lo mismo. On bullshit (Sobre la manipulación de la verdad) había acabado agotándome tanto como podría hacerlo una entrada de diccionario que ocupase dos o tres decenas de páginas. Porque el primer libro no es más que eso: se limita a definir el término que le da título (traducido aquí como charlatanería), a señalar fronteras significativas, posibles sinónimos y semejanzas/diferencias con otros términos afines (falsedad, paparrucha, disparate, faramalla, chorrada, fantasmada, patraña, impostura y hasta excremento). Esperaba un enfoque más sociológico, reflexiones personales del autor y no los encontré. Cuando parece que por fin va a entrar en materia, como en los párrafos en que se nombra a Wittgenstein no puede resultar más decepcionante. Sólo con citar alguna frase conocida del filósofo, el contenido se hubiera elevado por encima de sí mismo, pero se contenta con relatar una anécdota sacada de contexto para concluir con la obviedad de que un discurso poco elaborado no resulta atractivo y produce mala impresión. ¡Naturalmente! Y poner banalidades en boca de los maestros para concluir con una tautología, como él hace, tampoco parece muy ortodoxo. En realidad, todo lo escrito sobre la charlatanería no es más que un ejemplo de ella. Sólo en las tres o cuatro últimas páginas encuentro alguna afirmación destacable. Si éste fuese el principio y no el final, puede que el ensayo hubiera podido salvarse. Por eso me decidí a leer el segundo.

El planteamiento de Sobre la verdad (On truth) es un poco más ambicioso. Defiende que la verdad tiene existencia objetiva, que no depende de las circunstancias, como se ha pretendido a veces, e intenta averiguar el motivo que la convierte en recomendable. Su conclusiones son: que suele resultar útil, que nos categoriza como seres racionales, facilita las relaciones sociales – aunque no las obstaculice tanto como afirmaban Kant y Montaigne –, que nos aleja del mundo real expulsándonos al de la ilusión, impone la voluntad del mentiroso, bloquea nuestro pensamiento lógico, difumina los límites de la identidad de cada uno y, como seres humanos, nos ofende.

Si bien es algo más interesante que el libro anterior, más anclado en la realidad y, sobre todo, más cercano a lo que se considera un discurso filosófico, tampoco puede decirse que profundice demasiado. Además, no es sistemático en absoluto, la mayor parte de sus conclusiones son conocidas por todos, no aporta más que ejemplos banales y utiliza toda clase de técnicas para rellenar espacio, como redundancias, sinónimos, perífrasis y párrafos sin apenas contenido (lo que vulgarmente llamamos meter paja). Pero, incluso si nos conformamos con un enfoque tan superficial como el suyo, es tremendamente incompleto. Entre los que nombra se echan de menos otros muchos aspectos que deberían considerarse.

Resumiendo, un producto mediocre, trivial y absolutamente prescindible.

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