28 de marzo de 2012

Persuasión, de Jane Austen

«Anne es demasiado buena para mí», decía la propia Jane Austen refiriéndose a Anne Elliot, la protagonista de Persuasión. Y es cierto que Anne tiene las cualidades de una santa y que al lector le desesperan a veces su mansedumbre y su humildad. Cabe decir, sin embargo, que en ningún momento hay en la novela referencia alguna a la religión y que toda la fuerza moral de la protagonista nace de su experiencia vital y no persigue otra cosa que su propia felicidad.

El argumento gira en torno a Anne Elliot, hija de un hombre vanidoso venido a menos. Anne tiene dos hermanas, Mary, casada y con hijos, y Elizabeth, la mayor, que a pesar de su belleza sigue soltera y que es tan vanidosa como su padre. Pronto el lector se entera de que Anne estuvo enamorada a las 19 años de un joven sin fortuna, del que fue persuadida a separarse por su madrina. De ahí el título de la novela. Ocho años después, el joven Wentworth vuelve enriquecido y convertido en un respetable capitán de la Marina.

Persuasión fue escrita en 1816. El autor favorito de Jane Austen era Samuel Johnson, moralista cristiano que vivió entre 1748 y 1760 y que basaba la moralidad en la conciencia individual y en la autocrítica. Esas premisas están presentes sin duda en el personaje de Anne, que constantemente se analiza y analiza a su familia y al grupo social al que pertenece. Frente a la vanidad y la hipocresía que la autora denuncia, Anne contrapone los valores de la humildad, la resignación, la paciencia, la utilidad y los afectos desinteresados. Cabe decir que los tres primeros son valores que no disfrutan hoy de buena fama y hay razones para ello. En cuanto a los dos últimos los damos ya por sentados, por que lo que han perdido también su novedad.

Al leer Persuasión, 200 años después de que fuera escrita, nos sumergimos en ese mundo edulcorado y gris de la burguesía inglesa de provincias y concretamente en el mundo femenino porque, mientras ellos viajan, luchan en distintas guerras o se ocupan de los negocios, la vida de ellas discurre entre la preparación para una boda conveniente, el cuidado de los hijos, y la búsqueda luego de parejas convenientes para ellos. Y es ahí donde Anne Elliot destaca como heroína y, aunque al lector moderno nos pueda parecer que es una mujer pasiva que en ningún momento se enfrenta a nadie ni a nada, percibimos en ella una lucha interior, una independencia moral que le permite liberarse de ese yugo del matrimonio y buscar la felicidad en el trabajo, en la lectura y en la amistad sincera. Si bien es cierto que acaba casándose con el capitán Wentworth, la realidad es que Anne no sufre por él ni está dispuesta a cualquier cosa, sino que se mantiene cauta y está preparada tanto para aceptarlo como para perderlo para siempre. Hoy nos puede parecer que esa vía de libertad que Jane Austen abrió para las mujeres es excesivamente pacata y está lejos de las luchas feministas posteriores y, sin embargo, fue probablemente un primer paso fundamental en el camino hacia la igualdad.

Pero más allá de esas enseñanzas morales y del conocimiento de una época, quizás el aspecto más reseñable para el lector del siglo XXI está en la forma en que Jane Austen nos transmite su mensaje. Es probable que si los personajes disertaran sobre las bondades del trabajo o de la sinceridad, el exceso de moralina resultara insoportable. Por eso Jane Austen es una pionera, porque apenas pone en boca en Anne ni de ningún otro personaje sus enseñanzas sino que, en la mayoría de los casos, hace que sean los propios personajes los que se retraten a partir de sus palabras. Y ahí, Persuasión se convierte en una novela distinta a las demás obras de la autora y al resto de novelas de esa época o posteriores. Uno tiene la impresión de que la autora se paseara por ahí con una grabadora (si es que hubiera habido grabadoras en esa época) y se dedicase a registrar palabra por palabra las conversaciones de sus contemporáneos. Y es así como se obtiene un retrato crudo de la hipocresía y la banalidad imperantes, es así como uno llega a valorar la independencia de criterio de Anne. Cabe decir, por otra parte, que apenas hay diálogos entre Anne y el capitán Wentworth y que la declaración final se hace por carta. Parece como si en esta ocasión la autora hubiera optado por prescindir del diálogo como elemento narrativo y aprovecharlo al máximo como herramienta para el retrato social. Y de algún modo uno siente que en esta obra tardía de Jane Austen (que moriría soltera un año después), el amor romántico ya no le interesara demasiado y que si está ahí es para agradar a sus lectoras, aunque fueran otros a esas alturas sus intereses.

Cabe decir que Persuasión no es hoy una lectura especialmente amena. Sin embargo, Harold Bloom, en El canon occidental, la incluye entre las mejores obras literarias de la historia. Quizá sea porque el retrato de la mentalidad de la época es inmejorable, o quizá porque la contención y la sutileza de la protagonista hacen de la novela una obra única que, 200 años después, podemos aún admirar.
Maite Fernández

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