6 de marzo de 2012

Tema: LA MEMORIA

El último tema tratado fue la memoria, para lo cual leímos Primera memoria, de Ana María Matute, Los siete pecados de la memoria, de Daniel Schacter, y Eres tu memoria, de Luis Rojas Marcos. Descubrimos muchas cosas sobre la memoria, la mayoría evidentes y no por ello menos desconocidas. Nos reconfortamos al saber que nuestros bloqueos y distracciones nada tienen que ver con el Alzheimer y nos reconciliamos con nuestra memoria al descubrir que todas sus imperfecciones no son en el fondo más que mecanismos de supervivencia y que contribuyen a que nuestro cerebro trabaje de forma óptima.
La novela despertó opiniones diversas. Para unos, la prosa era excesivamente prolífica y empachosa, para otros, la novela  abría demasiados frentes que no acababa de cerrar, para otros, era perfecta.
La lectura de ambos libros me ha hecho pensar también en la narración literaria de la memoria. La novela de Ana María Matute simula ser una biografía parcial de la protagonista, Matia, que narra ese tiempo que pasó en la isla con su abuela y ese momento en que perdió para siempre la inocencia. Y el rasgo de la memoria que permea la obra es claramente el del sesgo, ya que Matia no recuerda todos y cada uno de los hechos ocurridos en esa época, sino únicamente aquellos que le permiten llegar a donde quiere, aquellos que le permiten justificar su traición, su cobardía, tal vez reconciliarse con ellas.
Me pregunto si no hay demasiados diálogos en la narración. Si bien, al recordar, uno puede tratar de describir detalladamente la imagen que acude a la mente, parece casi imposible que uno pueda recordar una conversación, más allá de determinada frase que, por alguna razón, se haya grabado para siempre en la memoria. En cambio, los paréntesis que introduce Matute cada cierto tiempo, en los que comenta desde la perspectiva del presente sus recuerdos de infancia, confieren a la novela verosimilitud y nos acercan al personaje. No cabe hablar de distracciones o bloqueos, ni tampoco de atribución errónea puesto que todo es, que yo sepa, pura ficción. Tampoco de sugestionabilidad. Pero sí de persistencia. La narradora parece obsesionada por esos hechos ocurridos en su infancia, como si hubieran marcado el resto de su vida, de la que no sabemos nada. Adivinamos que arrastra una culpa, la culpa de haber causado la ruina de un chico al que quería y además, no haberlo hecho por odio, como su primo, sino por cobardía.
Tanto Schacter como Rojas Marcos elogian la capacidad de hablar de los hechos traumáticos como primera medida curativa. La novela de Ana María Matute se enmarca en esa tradición de que solo contando aquellos hechos que nos oprimen podemos encontrar la catarsis. Cuanto más lo pienso, y a pesar de las opiniones contrapuestas, más me gusta Primera memoria.

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