24 de septiembre de 2012

Tertulia 21 de septiembre de 2012


Tertulectos bajo el sol del membrillo.

Aviso a navegantes:
Todos los que seguís este blog conocéis el rigor, la capacidad y acierto en los comentarios literarios de los tertulectos, todos sabéis qué es el sol… así que del membrillo mejor no hablamos ¡Vale!

No vengo a escribir sobre libros, aunque estén presentes. ¿Qué sentido tendría que para comentar nuestra periódica reunión “tertulecta” me pusiera a escribir sobre los libros que hemos leído (o no) para la ocasión? Ninguno. De estos libros hablarán otras y otros: los aplicados. Vengo a hablar del grupo, de las personas que lo integran, sin señalar, que me inculcaron desde chico que eso está muy feo. Y si no puedo señalar que es la moda nacional y autonómica ¿qué puedo decir sobre las personas que componen el grupo “tertulectos” y sobre; la reunión? Mucho... puedo hablar de la experiencia que he vivido a lo largo de este año al lado de esta gente. Puedo hablar del miedo a no estar a la altura. Puedo hablar de la pasión lectora del grupo, de la pulsión escritora de muchos de sus miembros, de su ambición creadora, de su obsesión por el conocimiento, del respeto a los autores y sus obras, de su implicación social y su vocación didáctica... Del compromiso anónimo en pos del bien común, un compromiso de vanguardia, de atención al entorno actual y su contexto histórico. Esta gente sabe lo que dice y sobre todo sabe por qué lo dice. Gracias tertulectos, me habéis dado tanto y he aportado tan poco…

Vayamos al grano que se acaba el verano

Hoy, 21 de septiembre, somos seis, entre las seis y las siete, en Ramales, como siempre. El sol que filtra la plaza adelanta San Miguel y su veranillo que anuncia la flor del membrillo, y que como un rayo lateral trae al recuerdo a Don Antonio López, maestro de más advocación que el santo arcángel patrón de esta mini_estación, epílogo de un verano ardiente en todos los sentidos.

Y hablando de calores, se me suben los colores con el tema que traemos entre manos: La identidad personal en el sistema capitalista” Autores invitados y presentes: Margaret Atwood que nos acerca su novela “Doña Oráculo” y Beatriz Preciado con un artefacto, en forma de libro, que porta en su interior armas de destrucción masiva. Nos trasladamos de la terraza de la plaza al interior por Bar_lo_vento para evitar daños colaterales al abrir “Testo Yonqui”. La tarde se espera movida porque por la puerta aparecerán en cualquier momento Foucault y Derrida y puede que hasta Houellebecq... Lo de la Preciado parece que también tiene mapas y territorios (inexplorados).

Empieza la tertulia el oráculo –de Margaret, claro- y vamos conociendo detalles de la lectura de la Doña y descubriendo secretos de las “intralecturas” individuales. El meollo: Un personaje central femenino dotado de todas las características para el triunfo y con todas las contradicciones de género o atávicas del machismo circundante. Aquí surge el dilema: … que si la madre fuma… que si el padre es un pasota… que si los hombres no están a la altura de una gran mujer… que si esta mujer no está a la altura de sí misma. Lo cierto es que Doña Oráculo no crece a lo largo de la novela y que la tela de araña montada por Doña Margaret, a pesar de estar bien tejida, tener el color negro aterciopelado del mejor hacer literario y de llamar la atención sobre la posibilidad de una isla, quiero decir de una gran “hembra” ajena al condicionante que el propio término lleva parejo en nuestra cultura, se queda en casi nada… La Atwood, que ha seguido todo el debate con interés, al verse inquirida por los tertulectos se encoge de hombros como diciendo “¿Qué queréis…? ¿Que una novela solucione un problema ancestral o que me alinee con determinados interese?... Cuento lo que veo y lo desarrollo desde distintas ópticas… pero no he encontrado la solución paradigmática.

La Preciado irrumpe como si se acabara de chutar su ración de “testo”, hablando a dos voces, como una hidra bicéfala. Los tertulectos se reacomodan y comentan que no saben cómo han conseguido llegar a la página veinte… pero que una vez alcanzado ese número, aún está paladeando su lectura de forma sosegada. En pequeñas dosis para evitar alguna “heroicidad”. Valiente, muy valiente… que look, que enfoque, que disección del oculto devaneo entre el poder de las corporaciones, los guiños de los medios de comunicación, el seguidismo de los consumidores… Una cadena de producción perfecta, basada en el cuerpo humano como única mercancía capaz de generar riqueza. No el cuerpo como motor o potencia, el cuerpo como principio y como fin… el cuerpo como maquina eyaculadora en pos del bienestar, de la felicidad, de la diferencia de géneros, subgéneros y ultra géneros… una segmentación de mercado desde el propio mercado, consumidores que buscan, esperan y ansían su producto farmacológico, médico, quirúrgico, bioquímico, cosmético para igualarse al canon o para diferenciarse… para seguir eyaculando felicidad que retroalimente la cadena inducida e inductora… “y si no estás convencido pruébalo totalmente gratis”. Perdona Beatriz, he vulgarizado tanto tus teorías que ni las reconozco tal como las he leído… ¿pero algo de esto hay en tu libro?... Hija lo tienes todo tan claro, tan compartimentado… es tal la asepsia que se respira en su interior a pesar de lo burra que eres y de la mierda que aflora… que uno no sabe como abreviarlo.

Me voy, que de Testo sólo he leído cien páginas y a Doña Oráculo ni la he tocado. A ver si consigo acabarlos antes de que lleguen los “aplicados” con sus correctos análisis para buscarles las cosquillas o decirles alguna cosilla amable que yo para hacer algo tengo más indisposición que predisposición.

Texto “Yanqui” de Faulkner (intervenido por mí mismo, para adaptarlo a mis necesidades)
"Mi única ambición, como persona reservada que soy -dijo una vez-, es que me borren y echen de la historia, sin dejar rastro, sin más restos que los libros leídos; ojalá hace treinta años hubiese tenido suficiente perspicacia para prever lo que iba a ocurrir, como algunos isabelinos, y no los hubiese leído. Es mi propósito que, vencidos todos los esfuerzos, la esencia y la historia de mi vida, que en la frase equivalen a mis exequias a mi epitafio, sean ambas: Leyó libros y murió"

4 de septiembre de 2012



Elena, de Andrey Zavagintsev

Mientras preparamos el próximo encuentro para hablar de libros, os dejo la reseña de esta película que me ayudó a sobrellevar una  tarde  de domingo del mes de agosto

Titulo original: Elena
Dirección: Andrey Zavagintsev
Guion: Oleg Negin

Dirección artística: Andrey Ponckratov

Interpretes: Elena Lyadova, Nadezhda Markina, Alexey Rozin, Andrey Smirnov
Producción: Rusia 2011. 109 minutos. Drama

Vladmir es un hombre de clase acomodada que se casa en la madurez, en segundas nupcias,  con Elena, enfermera, también mayor y de clase más humilde.  Se trata de una relación servil en la que cada uno mantiene su círculo social independiente. Duermen separados, ella le despierta todas las mañanas y le prepara el desayuno, él se va al gimnasio, ella limpia la casa, de vez en cuando tienen sexo. Vladmir  tiene una hija. Treintañera  soltera,  indiferente al dinero e interesada por el existencialismo,  vive distanciada de su padre que es quien le  procura una vida acomodada. Elena  también tiene un hijo de una relación anterior. Desempleado,   padre de  un bebé y de  un adolescente,   consume  el tiempo  bebiendo  cerveza y comiendo  frutos secos delante del televisor. Los frutos secos y la cerveza  los compra su mujer. Y   también es ella la que se encarga de bañar y dar de comer al bebé  o de atender a su  suegra  Elena  cuando los visita. El conflicto entre Vladmir  y Elena surge cuando él se niega a dejarle dinero para que el  nieto mayor de Elena, pésimo estudiante,  se matricule en la universidad y se libre de  hacer el servicio militar.

Con este argumento el guionista nos propone   que juzguemos a cada uno de los personajes.  ¿Debe Vladmir permitir que el hijo de su mujer viva en la marginación o está obligado  a  mantenerlo a pesar de ser un  parásito social? ¿Es lícito que un hijo se aproveche del matrimonio servil de su madre? ¿Quién utiliza a quién: Vladmir a Elena o Elena a Vladmir?  ¿Es diferente el  rol del  hombre y de la mujer en unas clases sociales y en otras? El guion parece predisponer a la condena fácil de algunos personajes pero  dos giros magistrales, el primero relacionado con Elena y el segundo con su nieto,  alejan este drama social del  maniqueísmo. Un entorno social y familiar hace de estos personajes miserables lo que son, victimas y verdugos.
Elena es una historia contada con imágenes en lugar de palabras. Los diálogos son mínimos y, a cambio, una cámara acompaña  a los personajes  durante escenas  larguísimas  en donde la ambientación es un personaje más. Los grandes espacios de la impoluta y  fría casa del barrio residencial donde vive Vladimir se contraponen a  los escasos metros cuadrados del caótico  piso en plena  barriada industrial donde sobrevive la familia de Elena. La  protagonista toma un tren que la lleva de un mundo  a otro y el público le acompaña en el trayecto mientras siente como la tensión crece en su interior  igual que crece  en el interior de Elena.
La película es sobria,  gris, minimalista pero llena de guiños intelectuales al espectador a través de los símbolos. El ritmo lento con el que se muestran permite al espectador ser consciente de ello, aceptarlo o no;  aleja la película del adoctrinamiento. En mi opinión,  dos de estas escenas simbólicas sintetizan  todo el fatalismo que subyace en la película. En la primera de ellas, el nieto de Elena, adolescente marginado que podría tener una oportunidad,  observa desde la distancia de una terraza  como los chicos del barrio residencial juegan al futbol. La forma en la que se divierten  es muy diferente a la manera en la que  él  pasa el tiempo con sus amigos.  La distancia que lo separa de esos chicos jugando un partido es insalvable, nunca será un miembro del  equipo.  La otra escena muestra  a su hermano, todavía un bebé,  en la cama de Vladimir. Es una cama inmensa de dos por dos,  seguramente las sábanas son de seda.  El niño  empieza a gatear por el colchón, despacio, imparable,  llegará al borde de la cama, es inevitable, está solo ¿sobrevivirá en un lecho tan lujoso o  se caerá al suelo?
Elena es la cuarta película del director ruso Andrey Zvagintsev. Con la primera, El regreso (2003), ganó León de Oro del festival de Venecia.  Elena ha obtenido el premio especial del jurado  en la sección Una Cierta Mirada Crítica del Festival de Cannes.