Lo inmediato al hablar de Verano es decir que se trata de una
autobiografía de Coetzee en los años
previos a su triunfo como escritor y que
para ello utiliza una estructura ingeniosa en la que habla de sí mismo a través
de un grupo de voces.
Un hombre quiere escribir una
biografía sobre Coetzee ya muerto y, para ello, recopila fragmentos de una novela
autobiográfica inacabada del autor y
realiza entrevistas a cinco personajes que fueron importantes en ese momento de
su vida. La novela inconclusa trata de la relación con su padre, y los personajes entrevistados son
un hombre con el que Coetzee mantuvo una relación afectuosa aunque no profunda
y cuatro mujeres (una amante, una prima, un amor platónico, una amiga íntima). Es
decir, para empezar, no es una novela anecdótica o costumbrista, habla, nada
menos, que de la relación con su padre y con las mujeres. Pero uno se pasa la novela preguntándose
si todo eso sucedió de verdad y, en el caso de que esos personajes existieran, si
lo que Coetzee piensa que sintieron
hacia él refleja la realidad o son sus propias obsesiones. Porque ¿qué somos? ¿lo que creemos que somos?
¿lo que piensan los demás de nosotros? Pero lo que percibimos de alguien
siempre tiene el filtro de nuestra propia mirada. Por un lado, está el auto
concepto de nosotros mismos, esa idea preconcebida sobre lo que los demás
pensarán de mí que es previa a lo que el
otro nos transmite. Y luego está nuestro propio diccionario emocional. Cualquier sensación recibida, la traducimos porque no somos capaces de sentir como alguien
diferente de quien somos. Sobre esta ambigüedad, Coetzee construye su novela y
juega magistralmente con los lectores porque tenemos esa incertidumbre sobre
quién es él que, inevitablemente, él
también tiene sobre sí mismo. Da igual que los hechos o los personajes sean
reales, pero no da igual que el protagonista de Verano se llame Coetzee porque eso es lo que genera la duda. Y la
construcción de esta duda es lo que hace magistral la novela.
Los personajes que hablan sobre
Coetzee no son aleatorios. Se trata de personas que tuvieron importancia en su
vida, no necesariamente al revés, y elegirlos
es otra manera más de definirse. La novela es valiente. Coetzee
se desnuda y se autocritica. Las mujeres piensan que es
un hombre sin atractivo, incapaz para el juego de provocación
sexual, pésimo amante, autista sexual. Pero esto, si se piensa,
contrasta con los hechos: una jovencita bellísima se enamora de él, una mujer
casada le elije como amante, su prima evoca con melancolía sus juegos amorosos
infantiles pasados los años, una exitosa profesora de universidad tiene un idilio con él ¿realmente es un hombre tan poco interesante?
Lo mismo ocurre con la relación con su padre. Coetzee se culpabiliza de la escasa comunicación
entre ellos, pero, a la vez, elige quedarse junto a él, cuidarle en un ambiente asfixiante.
La estructura de la novela es,
además de ingeniosa y original, muy inteligente. Elegir a personajes para
hablar de uno mismo en una autobiografía tiene la ventaja de que no hay que contar
lo que se siente hacia ellos. Esto evita la autocensura, tan palpable en muchas autobiografías
que, a veces, son lo menos
autobiográfico que ha escrito un autor. Por otro lado, el formato de entrevista, permite divagar e introducir reflexiones sin
renunciar a la naturalidad, una de las grandes virtudes de la prosa de Coetzee.
La novela habla de política, de África, de los Afrikaans, pero también de
debates íntimos. Coetzee se describe como un hombre mediocre y
en una de las entrevistas cuestiona sus
posibilidades como artista. Uno de los personajes pregunta si alguien con esa medianía puede
ser un gran escritor, si un gran escritor no debe ser un gran hombre. Su
postura es clara: no hace falta tener una vida especial, hace falta una mirada propia.
Y es esa mirada la que está presente en toda la novela.
A mí Verano es lo que menos me ha gustado de Coetzee pero leyendo tu estupendísima reseña me he reconciliado un poco con ella. Diría que es tu mirada la que le salva y no sus propios méritos, pero claro es mi opinión: mi mirada ;)
ResponderEliminar¡Enhorabuena, ChS!
Excelente reseña de una novela (?) difícil, árida, que supone inteligente a sus lectores (lo cual es de agradecer) y les exige un gran trabajo de digestión de lo leído.
ResponderEliminarGracias ChS. A mí también me pareció una gran novela, de una crudeza descarnada, un ejercicio crudo, quizás enfermizo, de mirada desde el otro hacia uno mismo. La ficción de la realidad es además de una verosimilitud pasmosa. El resultado es finalmente tan desconcertante que uno acaba, como dice ChS, sin saber qué pensar sobre el protagonista, y ese desconcierto acaba uno aplicándoselo a sí mismo.
ResponderEliminarPor ciero, el comentario de las 13:17 es mío, pero entré como administrador...
ResponderEliminarGracias Montuenga, Claudio, MF. A mi me entusiasmó tanto la novela que me entraron ganas de hacer el mismo ejercicio: escribir lo que pienso que otros escribirían sobre mí. Carecería de interés para otros, pero como ejercicio me parece interesante. Mientras lo pienso estoy leyendo Juventud.
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