La historia gira en torno a un joven
escritor (Paul Dano), abrumado por el éxito de una precoz novela, que acude al
psicoanalista en busca de ayuda para superar su bloqueo creativo. El doctor le
pide que escriba una página para él sobre la mujer de su vida. Calvin se
muestra reacio, pero acepta el ejercicio y se pone a la tarea. A medida que la
inspiración va apoderándose de él, la mujer ideal que escribe (y no sobre la
que escribe) empieza a tomar cuerpo y se vuelve tan real en su imaginación que se
va enamorando de ella. A su psicoanalista no parece preocuparle, pero él cree
que no debe enamorarse de alguien que no es real. La sorpresa viene cuando Ruby,
su creación, aparece a los pies de la escalera esperándole para tomar el
desayuno. A partir de ahí, la historia se convierte en una disparatada comedia
romántica, llena de frescura y vitalidad, a la que aporta un delicioso
contrapunto el personaje de Harry (Chris
Messina), hermano de Calvin, que con su fuerte anclaje en la realidad, nos ofrece
la otra cara de la moneda.
Y ¿por qué os cuento todo esto?
Pues al hilo del ensayo de Richard David Precht, aquí comentado,
y de su propuesta de que al enamorarse no hacemos sino proyectar una ilusión,
esperando que la otra persona responda a lo que no es sino el fruto de la
imaginación. «Quien se aventura con otra persona, quien se “entrega”
anímicamente a ella, amplía su horizonte y sustituye su sentido de la realidad
por sentido de la posibilidad» dice Precht, y eso es exactamente lo que hace
Calvin con su creación.
Las críticas que he leído de la
película (recomiendo especialmente la del New York Times) elogian el guión como una sencilla comedia romántica, donde se nos pone ante la
tesitura de lo que podríamos hacer si realmente pudiéramos crear a nuestro
gusto a nuestro compañero sentimental. Sin embargo, tras la lectura del ensayo
de Precht, no puedo dejar de verla como algo más. Porque, al final, ¿qué es lo
que hacemos cuando nos enamoramos? ¿No inventamos acaso a la otra persona, no
convertimos a nuestro enamorado en el más guapo y tierno, en el más aventurero
y divertido, o en el más original y sorprendente, según la narración que
queramos escribir? ¿No nos enfadamos cuando la otra persona no obedece al guión
que le hemos escrito, cuando no encaja en el papel que le habíamos adjudicado? Aunque,
como nos dice la inteligente Zoe, ¿no sería peor si encajara? ¿nos gustaría
realmente que atendiera a todos nuestros deseos?
Una parábola del enamoramiento, un
juego metaliterario, una comedia que nos anima a disfrutar del amor sin
cortapisas, dejándonos llevar, aceptando al otro como es y disfrutando, en lo
bueno y en lo malo, de nuestra insoslayable libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario