El
tema de este debate lleva varias décadas en el candelero. Las luchas feministas
han logrado que el rol de las mujeres se modifique y, de la mano de ellas, también
los hombres, con mayores o menores reticencias, han cambiado sus costumbres.
Ellas se han fortalecido, ellos se han dulcificado. Ellas trabajan y llevan
pantalones. Ellos friegan los platos y cuidan de sus hijos. Si bien quedan
restos de la tradición patriarcal, no hay duda de que la sociedad ha avanzado.
Pero quedan aún muchas preguntas:
¿Es
suficiente con seguir adelante por esa vía? ¿O existen otras posibilidades,
otros géneros?
¿Deben
las mujeres imitar a los hombres y los hombres a las mujeres? ¿O pueden unos y
otros explorar sus propios caminos, nuevos, múltiples, intercambiables?
¿Qué
define nuestra identidad sexual, o como muchos defienden, nuestra identidad de
género? ¿Es la naturaleza la que determina tajantemente si se es hombre o
mujer? ¿O es la cultura la que nos inserta, aunque sea a la fuerza, en uno u
otro grupo?
¿Qué
ocurre con aquellas personas que no se identifican con ninguno de los dos?
Y,
por último, ¿qué papel desempeña el capitalismo? ¿Se beneficia de encumbrar las
virtudes de los arquetipos masculino y femenino? ¿Puede forzarnos a modificar
nuestros cuerpos, a someternos a tratamientos crueles solo para encajar de
manera más precisa en el molde que se nos ha fabricado?
Para
responder a todas estas preguntas, se han propuesto dos lecturas: Testo yonqui, de Beatriz Preciado, y Doña Oráculo, de Margaret Atwood.
Invitamos a nuestros seguidores a sumarse al reto y a embarcarse en la lectura
de estos libros, u otros similares, para contribuir al debate. ¿Es posible,
como plantea Beatriz Preciado, llegar a construir una sociedad donde el género
ya no importe?
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