Cuando
aún tenemos reciente el batacazo de los Juegos Olímpicos de Madrid 2020, parece
un buen momento para reunirnos a hablar precisamente del optimismo, de sus
luces y sus sombras, de la ayuda que presta y la realidad que enmascara.
Según decían algunos, Madrid se merecía esos juegos porque el país necesitaba una inyección de optimismo, pero eran muchas las voces que reclamaban que lo que el país necesitaba es más bien una buena dosis de realismo.
Llevamos
décadas oyendo hablar del pensamiento positivo como la cura de todos los males.
¿Te va mal con tu pareja? Piensa en positivo. ¿Problemas de trabajo? Piensa en
positivo. ¿Te estás muriendo? Piensa en positivo también. Pero ¿es el optimismo
la panacea? ¿o es una forma de manipulación?
Cabe decir que incluso las personas más cautas y críticas, practican el positivismo, aunque solo sea como una forma de ocultar a los demás su tristeza, su pesimismo, su miedo o, en definitiva, su debilidad. ¿Hasta qué punto la imagen que tenemos de nuestra situación influye en cómo nos ven los demás? ¿No es el positivismo también una estrategia de ocultación que nos permite conservar nuestro estatutos y nuestras relaciones?
Los libros que hemos elegido para hablar de todo esto son El club de los optimistas incorregibles, de Jean-Michel Guenassia, La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell y Sonríe o muere, de Barbara Ehrenreich.
Los libros que hemos elegido para hablar de todo esto son El club de los optimistas incorregibles, de Jean-Michel Guenassia, La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell y Sonríe o muere, de Barbara Ehrenreich.
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