Editorial ANAGRAMA. Colección Compactos.
Traducción de Damián Alou
“Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio a través de la oscuridad del otoño”.
Banville es capacidad narrativa, precisión,
minuciosidad, detallismo, pero sus personajes suelen poner distancias, no se
muestran abiertamente a nosotros ni a ellos mismos. O están vanidosamente seguros
de sus historias, como el gran protagonista de “El Intocable” que, en plan perdonavidas,
nos permite asomarnos apenas a su apasionante derrotero bajo su
estricta guía y control, o son torturados personajes, implacables consigo
mismos, que se castigan con calificativos y juicios que el lector no llega a
compartir, como nuestro protagonista de “El Mar”.
Después de la muerte de su
esposa, un hombre se refugia en el lugar de veraneo de su infancia y, mientras
recuerda un episodio fundacional del abandono de la niñez, repasa sus recuerdos
de entonces y sus relaciones afectivas presentes. Hasta aquí el planteamiento
no es nada original ni sorprendente pero Banville
despliega toda su maestría para describir minuciosamente algunos lugares y
situaciones y para, casi mezquinamente, obligarnos a leer entre líneas la
intrincada red de sentimientos que hay entre los personajes, a través de
incisivas sugerencias, avaras pistas, y magistrales escenas.
Max Morden ha perdido a su esposa
en una lenta y cruel agonía, aterradoramente conscientes ambos de
que el fin era inevitable y ocultándose sin sentido todo aquello que los
lectores podemos confirmar que existe entre ellos. La angustia que sentimos al
ver lo que se están perdiendo de decirse antes de su forzada separación tiene una
garra atroz.
Por otro lado, leemos una descripción
dura, implacable, a veces hasta cruel de su propia hija que no parece
corresponderse con el amante padre que se puede adivinar y la solícita hija que
intenta acompañarlo, y acompañarse, en ese duro trance para ambos.
Y también es implacable consigo
mismo. Es un reconocido historiador de arte pero se considera un impostor, un
arribista, un buscavidas y un incompetente. Y el lector vuelve a desesperarse
por no ser capaz de reconocer esa condición en su protagonista.
Personajes complejos, nada
monolíticos, detestables por momentos y claramente reconocibles en nosotros
mismos. No somos uno, somos miles. No hay buenos o malos, se hace
lo que se puede.
El mar va y viene, sereno y
plácido o furioso y feroz. Nos da y nos quita. Es instante único y eterna
presencia. Hoy y ayer. Vamos y venimos. Y repasar lo pasado puede ayudarnos a
entender el presente.
“La felicidad era diferente en la infancia. Entonces se trataba tan
solo de acumular, de coleccionar cosas –nuevas experiencias, nuevas emociones-
y aplicarlas como si fueran relucientes azulejos en lo que algún día sería el
maravillosamente acabado pabellón del yo.”
La escena del picnic es quizás la
perla de la novela y la redime sobradamente de algún recurso efectista al final
del libro, no muy logrado, tal vez por innecesario o por previsible.
Minuciosidad, detalles,
introspecciones. Banville conoce los conflictos y los enseña descarnadamente y
casi sin solución, como una disección o una autopsia cuyos resultados no llegan
a plasmarse en el texto, pero que nos hacen reflexionar sobre el amor, sobre el
tiempo (el perdido y el que aún puede salvarse), sobre nosotros y los demás.
Un intenso, difícil manual del
dolor y una inteligente reflexión sobre la impotencia sentimental.
Prosa cuidada, frases como leyes,
virtuosismo estilístico y placer narrativo: Banville.
Reseña recomendada: El mar
Reseña recomendada: El mar
Suscribo totalmente tu última frase.
ResponderEliminarBanville puede contarnos lo que le parezca. En todo caso, a mi emocionó como trata la incomunicación que se crea ante la muerte. Los sentimientos en torno a la propia muerte ( miedo, impotencia o lo que sea) nunca los podemos llegar a compartir, es algo que se vive en soledad. Banville retrata muy bien estos silencios, lo describe como vergüenza..es magistral o, mejor dicho, es "Prosa cuidada, frases como leyes, virtuosismo estilístico y placer narrativo: Banville".
Qué razón tenéis. Supongo que es eso lo que me molestaba del protagonista, su incapacidad para comunicar nada y ello a pesar de esas frases maravillosas, pero quizás sea precisamente esa incapacidad el tema de la novela y sean esas lagunas las que nos obligan a enfrentarnos a la impotencia ante la muerte. ¿Qué podemos decir? ¿Cómo consolar al que se va? ¿Cómo aceptarlo el que se queda? Trataré de leer algo más de Banville. Quizás El intoncable, recomendado en la reseña.
ResponderEliminar