12 de enero de 2014

Leviatán, de Thomas Hobbes

La lectura de Leviatán no es tarea fácil. Y no lo es, sobre todo, porque la mayoría de los temas que trata han sido ampliamente superados y ofrecen poco interés para el lector actual. Dicho esto, esta obra, publicada en 1651, es una de las más importantes de la historia de la filosofía política y cabe preguntarse entonces ¿por qué? La respuesta está en que Hobbes esboza aquí por vez primera en esta obra el concepto del contrato social, sobre el que se sustentan nuestras formas actuales de gobierno. 
Hobbes parte de la base de que sin un Estado viviríamos en una guerra de todos contra todos –por cierto, que esta es la frase que figura en el libro, la famosa de “el hombre es un lobo para el hombre” no la he encontrado por ninguna parte-. Según él, hay tres razones que llevan al hombre a luchar contra sus semejantes. La primera, la más obvia, es la competencia. Cuando dos hombres quieren la misma cosa, la lucha parece inevitable. La segunda es la desconfianza. Cuando un hombre, por fin, tiene una cosa, teme que otro pueda quitársela y antes de que eso ocurra ataca a los demás. La tercera, la más extraña y en la que Hobbes no profundiza, es la gloria. Pero es evidente que en esas guerras, el hombre también puede perder la vida y de ahí que pueda preferir “buscar la paz mientras sea posible”. Es en ese momento cuando el conjunto de los hombres puede decidir construir un hombre artificial, que sería el Estado.

Hobbes nos habla de los distintos tipos de gobierno: monarquía, oligarquía y democracia, pero prefiere la primera. Cabe decir que a Hobbes le tocó vivir la guerra civil inglesa entre los monárquicos anglicanos y los republicanos puritanos dirigidos por Oliver Cromwell. No debió de gustarle lo que vio porque su conclusión fue que cualquier gobierno, por tiránico que fuera, era mejor que la anarquía y la guerra, y no sería justo que quienes no hemos pasado por eso se lo reprocháramos. Hobbes se convierte así en un defensor a ultranza de la monarquía, es más, preconiza la monarquía absolutista y considera que una vez los hombres deciden entregar el poder al Estado, ese poder es irrevocable. De ahí el nombre que Hobbes da a su libro, Leviatán, un monstruo marino del Antiguo Testamento, cuya fuerza es superior a la de todos los hombres juntos. La monarquía, como el Leviatán, ha de ser fuerte, poderosa y temible. Del mismo modo, las leyes, a las que Hobbes compara con cadenas artificiales, son inquebrantables, y los hombres que han aceptado la existencia de la monarquía deben acatarlas sin rechistar. Hobbes no admite la libertad de conciencia, por el mismo motivo, para evitar la anarquía y el desgobierno. Los pactos, según Hobbes, hay que cumplirlos.
Hasta aquí, todo parece bastante reaccionario, está claro, pero lo cierto es que el Leviatán es también innovador ¿qué hay en Hobbes de revolucionario? Lo novedoso, lo rompedor en la obra de Hobbes es que echa por tierra la teoría utilizada hasta entonces por los dignatarios del derecho divino. El pensamiento de Hobbes es pionero en el reconocimiento de que el poder del Estado proviene de sus ciudadanos. El rey es rey porque se lo piden sus súbditos, quienes le otorgan poder y privilegios, pero exigen algo a cambio y es que se les garantice su seguridad. Si el rey no fuera capaz de brindarles protección, sería lícito derrocarlo.
Cabe decir que en Leviatán hay también capítulos enteros dedicados a las sensaciones, las imaginaciones, el lenguaje, las pasiones, la religión, la naturaleza, o las virtudes y defectos de los hombres. Toda esa parte es la que me ha parecido más ardua, por las razones obvias de que nuestros conocimientos sobre la psicología humana son hoy ampliamente superiores y de que los usos y costumbres de nuestra época, afortunadamente, distan mucho de los de entonces.

Por todo ello, la lectura de Leviatán puede ser árida, pero resulta interesante entendida como un viaje a la infancia del Estado, a los miedos originarios al caos y a la guerra, y al descubrimiento de uno de esos hombres que a lo largo de la historia han ido cambiando la forma de entender el poder. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario